El mundo del ballet, la delgadez extrema y los desórdenes alimenticios

A propósito del muy comentado filme de Darren Aronofsky, Cisne Negro, que protagoniza Natalie Portman, ha comenzado nuevamente una polémica acerca de la extrema competencia entre las bailarinas de ballet, el culto a la delgadez, así como el problema de los desórdenes alimenticios provocados por las “exigencias” de la danza. En el reportaje La dictadura del tutú David Alandete escribe:

Es una eterna pirueta, un mal que no cesa. Después de carreras truncadas, vidas destrozadas y casos extremos de muertes a deshora, el ballet sigue siendo una fuente inacabable de polémica por el tipo de cuerpo femenino que exige sobre el escenario. Pocas veces se han visto bailarinas gruesas. Muchas -demasiadas, tal vez- exhiben una delgadez extrema. Y como ha quedado demostrado recientemente en un sonado incidente que ha afectado al New York City Ballet, cuando una bailarina muestra un cuerpo cercano a lo normal, se arriesga a que la acusen de sobrepeso. Frente a la presión que recibe, por ejemplo, el mundo de la moda, el ballet sigue amparado en que es un arte. La película, además, ha reabierto la polémica: ¿es necesario un cuerpo ligero para bailar o la delgadez en el ballet es una cuestión de gusto estético?

Un exitoso filme protagonizado por Natalie Portman, Cisne negro, de Darren Aronofsky, reabrió la polémica. La protagonista, esquelética, solo come medio pomelo durante todo el largometraje y se induce el vómito en un baño en dos ocasiones, todo para lucir la extrema delgadez que parece ser requisito en el ballet en el que trabaja y en el que se prepara para interpretar a los dos ánsares, blanco y negro, de El Lago de los cisnes, en la versión coreografiada por George Balanchine. Portman, que tuvo que perder 10 kilos para poder enfundarse en su tutú, ganó el domingo el Globo de Oro a la mejor actriz dramática por ese papel.

El de la bailarina esquelética es un fantasma del pasado que ha regresado a los cines en Navidad. De la mente de muchas profesionales se había borrado ya la triste historia de Heidi Guenther, fallecida en 1997 a los 22 años, en la parte trasera del coche de su madre, de camino a Disneylandia, en presencia de su hermano. Heidi bailaba en el Boston Ballet. Cinco meses antes, la directora artística de la compañía le había recomendado perder 2,5 kilos. Pesaba 52 y pronto se quedó en 47. No fue suficiente. Comenzó un calvario dietético: se saltaba comidas, tomaba laxantes, ayunaba. Al morir, pesaba 42 kilos.

El diario The Boston Globe investigó el asunto y llegó a entrevistar a la directora artística que recomendó a Heidi adelgazar, Anna-Marie Holmes. Esta se defendió, diciendo que el ballet es un arte de delgadez: “Me parecía regordeta, sus pechos, sus caderas, sus muslos… Si ves a una niña en escena, y su trasero va de arriba abajo, no resulta atractivo. Es un arte visual”. La autopsia sugirió que la joven sufría un raro trastorno genético que le provocaba arritmias. Su familia asegura, aun hoy, que sus draconianas dietas le robaron las defensas que hubiera necesitado para superar aquella dolencia y que la anorexia nerviosa puede, además, producir ese tipo de irregularidades en el latido del corazón. La investigación forense no aportó resultados reveladores. Todo fueron dudas. La madre de Heidi demandó al ballet de Boston por incitarla a la anorexia. Un juez desestimó la denuncia en 2001.

Una década después, la polémica se mantiene intacta. En esta ocasión, un influyente crítico defiende exactamente el mismo punto de vista de la directora artística del ballet de Boston. Fue una frase suya la que provocó la ira de la opinión pública de EE UU. Alastair Macaulay, crítico de ballet del prestigioso y respetado diario The New York Times dijo, en una crítica a la representación navideña de El Cascanueces por el New York City Ballet: “Aquello no parecía un estreno. Jenifer Ringer, el hada de azúcar, parecía que se hubiera comido demasiados terrones de azúcar, y Jared Angle, como el caballero, parece haber estado probando más de la mitad del reino de los dulces”

About Irad Nieto

About me? Irad Nieto es ensayista. Durante varios años mantuvo la columna de ensayo “Colegos” en la revista TextoS, de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Publicó el libro de ensayos El oficio de conversar (2006). Ha colaborado en diversas revistas como Letras Libres, Tierra Adentro, Nexos, Crítica y Luvina, entre otras. Fue columnista del semanario Río Doce, así como de los diarios Noroeste y El Debate, todos de Sinaloa. Su trabajo ha sido incluido en la antología de ensayistas El hacha puesta en la raíz, publicada por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 2006 y en la antología de crónicas La letra en la mirada, publicada en la Colección Palabras del Humaya en 2009. Actualmente escribe la columna quincenal “Paréntesis” en El Sol de Sinaloa.
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