En un artículo titulado “Prensa y civilización” (La Jornada, 26/2/09) el poeta Hugo Gutiérrez Vega escribió que “la lectura de la prensa diaria, con la taza de café y el jugo de naranja sobre la mesa del desayuno, es algo más que una costumbre trivial. Es un acto civilizatorio que significa el cumplimiento de esa necesidad de información y de interpretación de los hechos que nos permite, partiendo de la observación de la realidad y del análisis del estado del mundo y del país, participar e involucrarnos en la vida sociopolítica”.
Si tenemos en cuenta la mala calidad de algunos periódicos que circulan hoy día, nos parecerán erróneas las afirmaciones del escritor: el encuentro del lector con su diario no sería un acto civilizatorio, sino una pérdida de tiempo o una fuente de frustración por tanta mala escritura y ausencia de investigación. Pero no lo son tanto si pensamos que la buena prensa escrita, el periódico en particular, contribuye aún a informar, interpretar y contextualizar políticamente las noticias diarias. La mejor prensa ofrece crónicas, reportajes, gráficas y artículos de opinión confiables. Su lectura es un acto civilizatorio en tanto que crea en la comunidad de lectores, y luego amplía, un espacio público para conocer y debatir los hechos que son noticia.
Recibir un periódico impreso a las 5 de la mañana (sé que sueno nostálgico), oír con emoción el golpe seco de su caída, abrir la puerta, recogerlo, oler la tinta y el papel, abrirlo y comenzar a leer, es entrar de inmediato en otro lugar, subir a otro nivel e incorporarse a un diálogo público animado por la información, la investigación y el análisis. El lector de prensa diaria no solo tiene la posibilidad de informarse y entretenerse, sino de formarse a través de la lectura de textos que van más allá de los titulares. “Cabe hablar del periódico mismo como un hecho cultural, que configura la sensibilidad del lector y lo hace receptivo a determinadas opciones no sólo éticas, sino también estéticas…”, apuntó el crítico Ignacio Echevarría (http://www.observatoriofucatel.cl/cultura-periodistica/). Esta es una de las ventajas del periódico frente a la marea de noticias que pasan veloces por Internet.
Cada vez son más los lectores que se “informan” a través de los titulares e hipervínculos noticiosos de Yahoo, Google, Facebook o Twitter, sin acceder al texto completo. La lectura de periódicos que trasciende los encabezados y se sumerge en una historia o una crítica, genera opinión pública; la lectura de titulares, opinión mediática. Esta “prima lo obvio e inmediato y opera un reduccionismo que hace ininteligible lo más nuevo y transformador confinando la noticia en lo sabido o presumible” (José Vidal-Beneyto). La superficialidad informativa, traficante del chisme, contribuye a formar comunidades de espectadores (más que de lectores) desinformados y apáticos ante su realidad, porque no los compromete políticamente: viven la noticia como espectáculo, como una diversión alrededor de la nota roja, rosa o amarilla.
Por el contrario, la lectura de una buena crónica o de una opinión seria nos hace partícipes de golpe en la vida social y política de nuestro entorno, porque nos acercan a la realidad con ayuda de la imaginación y la inteligencia. Como fenómeno cultural, el periódico nos ofrece la oportunidad de ubicar en el contexto la noticia que leemos con cierta prisa; nos ayuda a construir una opinión propia, algo más compleja.
Michael Luo, editor de newyorker.com, el sitio web de la prestigada revista del mismo nombre, luego de darse cuenta que su lectura de noticias (útimamente más digital que impresa) se había vuelto fragmentaria y superficial –obteniendo la información mayormente por medio de redes sociales y aplicaciones noticiosas, “aunque estaba leyendo mucho más que antes, con frecuencia sentía que entendía menos”—, decidió experimentar y hacer cambios en su dieta mediática. En su texto The urgent quest for slower, better news (newyorker.com, 10/4/2019) Michael nos comparte que, sin dejar los medios digitales, adoptó un nuevo ritual: leer la edición impresa del New York Times en el desayuno. ¿Resultado? Al leer sin interrupciones cada mañana el periódico impreso se involucraba con las noticias de una manera más concentrada, enfocada. Leía artículos de gran interés que no estaban en sus redes sociales o que se perdía al estar navegando por diferentes aplicaciones y que le ampliaban el alcance de su lectura. “Me parecía que estaba mejor informado.” La profundidad y la concentración que le proveyó ese modesto ritual de lectura lo hizo sentirse, y seguramente también estar, mucho más informado. La edición impresa de un diario de calidad impuso una forma de leer más detenida y enfocada, con menos distracciones. Frente a las presiones del consumo rápido de noticias hay que oponer la sagrada lentitud de la concentración.
Acaso por lo anterior, para algunos de nosotros resulta preocupante la crisis actual de los periódicos y la desaparición de algunos suplementos culturales. Debido al aumento de los costos de los materiales, a la disminución de los anunciantes que sostienen a los diarios impresos y a la migración de los nuevos lectores a las plataformas digitales, en Estados unidos han cerrado sus puertas algunos periódicos locales y en México han desaparecido suplementos culturales importantes como Hoja por Hoja y El ángel, lo que empobrecerá la calidad de la conversación pública. Las razones que explican esta crisis, sin embargo, no son solo económicas, sino culturales. Se han transformado los hábitos de lectura y de consumo de la información. Las nuevas generaciones leen en pantalla y ya no compran periódicos. El problema es que en la pantalla (¿influirá el soporte, el formato?) suelen leer titulares (spot news) y no pasan de ahí (spot reading), de lo inmediato. Brincan como pulgas de un encabezado a otro, en espera de la nota más escandalosa y farandulera. Vivimos una especie de cacofonía mediática que poco tiene que ver con uno de los objetivos del periodismo más serio: formar una ciudadanía informada. En este contexto, no es casual que una de las recomendaciones que Timothy Snyder nos ofrece en su libro On tyranny (2017) para fortalecer la democracia sea que nos suscribamos a algún periódico de la localidad, puesto que su vitalidad y su circulación importan, pero su vigencia depende de que los ciudadanos estemos dispuestos a pagar por sus investigaciones y su crítica.
No censuro Internet, por supuesto: soy adicto a la red. Pero el periódico impreso conserva todavía un encanto como producto de la cultura y como objeto que incentiva la discusión del día. Además el papel del periódico es útil, como ninguno, para limpiar vidrios, para embalar objetos delicados, para las piñatas, para…
La lectura es un hábito que puede mejorar las condiciones sociales y humanas de cualquier lector, el leer permite pensar con reflexión y desarrollar los aspectos cognitivos del cerebro lo que ayuda a ejercitar todas las células y estar siempre activos para cualquier actividad que se realice en la vida cotidiana.
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