Rescato el texto publicado por Antonio Muñoz Molina en el suplemento cultural Babelia, del pasado sábado, acerca de Oliver Sacks. El escritor español, al revisar las últimas colaboraciones periodísticas del neurólogo, afirma que no encuentra en ellas rastro de queja ni lástima hacia sí mismo del escritor científico. Por el contrario, el autor no deja de escribir hasta las últimas semanas, continúa interesándose en todo, particularmente en la ciencia, en las investigaciones cuyos descubrimientos ya no podrá atestiguar porque la vida se le escapa, se desmorona a causa del cáncer. A pesar de la enfermedad, hay serenidad en sus artículos, sabiduría científica pero también literaria, agradecimiento por una vida que se disfrutó plenamente. “Un amor tan entregado por el oficio de escribir que solo se rinde cuando faltan las fuerzas para sostener la pluma o cuando los ojos y los dedos no aciertan ya a encontrar las letras en el teclado”.
Van unos párrafos del artículo Oliver Sacks, escribir hasta el fin:
El último artículo de Oliver Sacks en The New York Times, ‘Sabbath’, apareció el 16 de agosto, apenas dos semanas antes de su muerte. El que escribió contando que padecía un cáncer terminal, ‘My Own Life’, se había publicado en febrero. Dos artículos más llegó a escribir en esos meses últimos de su vida. ‘Mishearings’, sobre las confusiones auditivas provocadas por el avance de la enfermedad, apareció el 7 de junio, el primero después de los meses de silencio que siguieron al anuncio de su muerte cercana. Encontrar una escritura así en la página de opinión de un periódico era una experiencia sobrecogedora. La naturalidad del tono, la mezcla fluida entre observaciones científicas y pormenores curiosos de la vida cotidiana, formaban parte del estilo habitual de Oliver Sacks, pero ahora había una nota más grave, un mayor despojamiento expresivo, el de un hombre que ya no tiene tiempo para nada que no sea esencial; también una presencia más sostenida de los recuerdos infantiles.
En ‘My Own Life’, en febrero, Sacks había escrito que ahora contemplaba su vida entera como desde una cierta altura, como un paisaje en el que era fácil distinguir trazos y contornos, las conexiones entre épocas y experiencias distintas. Parecía un novelista contando ese momento privilegiado en que tiene ante sí, surgido como sin esfuerzo después de largos empeños, la forma completa de una historia, la singularidad de cada elemento y los hilos sutiles que los unen a todos entre sí.
Pero también decía Sacks, y eso era todavía más admirable, que una contemplación así no excluía la voluntad y el deleite de seguir viviendo. El libro ya está completo, pero la vida continúa más allá de la última página, y el oficio de escribir no termina mientras sigan sucediendo cosas que merezcan ser contadas. En ‘Mishearings’ había una crónica más o menos velada de la decadencia física que traía consigo el progreso del cáncer. El siguiente artículo, ‘My Periodic Table’, publicado unas semanas después, a finales de julio, ya era el relato de una capitulación ante el derrumbe físico. El médico escritor que ha contado con tanta maestría y compasión las enfermedades de otros ahora se vuelve hacia sí mismo, observa y cuenta el progreso acelerado del cáncer: las últimas terapias no han sido efectivas; nada detiene ya la metástasis, que ha desbordado el hígado e invade otros órganos. Cuenta que está débil, que le falta el aliento, que el cáncer le ha derretido los músculos que fueron tan firmes, los de un perenne nadador y antiguo levantador de pesas. Pero no hay rastro de queja ni lástima de sí mismo, y menos aún tentaciones de abandonarse a lo sobrenatural o lo espiritual. El escritor no deja de escribir, el científico sigue interesándose por la ciencia. Su imaginación, guiada por la curiosidad de siempre y por una forma benigna y lúcida de la nostalgia, se proyecta en igual medida hacia la infancia lejana y hacia el porvenir que muy pronto quedará cancelado…
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En su edición de esta semana la revista The New Yorker publicó un breve escrito en tono muy personal de Oliver Sacks, en el que rememora y paladea uno de los platillos favoritos de su infancia.