Acumular y encimar notas al pie de la página se ha convertido en un distintivo de seriedad y rigor académico entre los investigadores. Leí alguna vez un “ensayo” de 10 páginas con 100 notas al pie. El autor, un profesor español, no me decía nada sustancial en el texto, pero me tapaba la boca con el obeso acopio de la bibliografía citada y comentada al pie: había hecho la tarea con elegancia (la tarea de no pensar). Otros escritores, menos inseguros o menos pedantes, prefieren bajar al pie de la página y, desde allí, escribir literatura. Una literatura al margen, sutil, paralela, producto de apuntes, caminatas, añoranzas y minuciosas observaciones.
Las 54 crónicas que Ana García Bergua (Ciudad de México, 1960) reunió en Pie de página (Conaculta / Ediciones sin nombre, 2007) tienen su fuerza en lo incidental, en lo aparentemente accesorio que da sentido a nuestra vida cotidiana: el suéter, los lentes, el termómetro, las bolsitas de plástico, los cucuruchos, los imperdibles, los viene viene y sus amadas cubetas, etcétera. Escribí “crónicas” quizá por pereza y convención, pero en realidad los brevísimos textos (página y media, la mayoría) no se dejan asir por un solo género. Pie de página es un paseo gozoso de la mirada que se sirve de la crónica, el ensayo y el relato.
Lo primordial en el individuo que pasea es su mirada, única e insustituible. Si García Bergua ya demostró que puede trabajar pacientemente durante 10 años en una gran novela como Isla de bobos (2007), ahora nos ofrece la perspicacia y la concentración de su mirada. Verdaderos ejercicios de contemplación. La escritora puede subir a la Torre Latinoamericana y ver un “valle de azoteas”; o relatar los apuros de esos animales gordos, grises y anaranjados que dependen de un cielo de cables: los trolebuses; o lamentar la pérdida del espacio público que los viene viene nos han expropiado con sus cubetas para “apartar” el lugar de sus cautivos contribuyentes; o descubrir la existencia de una mano parásita, infecunda, en su caso la izquierda, acostumbrada a que la derecha le hiciera todo; o narrar su extraña suéterdependencia: “Me llamo Ana García Bergua y soy adicta al suéter […] Uno de los momentos más luminosos de la historia nacional del suéter ha sido la del reinado del suéter de Chiconcuac”; incluso, escribir un elogio del termómetro.
Cada incidente, cualquier objeto o recuerdo, y la Ciudad de México como un lienzo de fondo, sirven a la autora para escribir sus pies de página. Éstos, en sus mejores momentos, me recuerdan la concisión y el fino humor de la prosa de Julio Torri y el desenfado ensayístico de Vivian Abenshushan en Una Habitación desordenada (2007).
Ejemplo de lo anterior es este fragmento de su ensayo Sobre los lentes: “Los lentes son frágiles, y a la vez son muestra de la fragilidad de quien los lleva. Cuando uno se da cuenta de que debe usar lentes, siente una rabia ciega; es un anuncio de que nuestros ojos han comenzado una lenta clausura. Los lentes son como un animal de trasero grande y reflejante; montan a caballo en la nariz y se abrazan a la cabeza, como niños asustados. En realidad, los lentes dan la espalda al mundo y uno aprovecha su abrazo perpetuo para ver a través de ellos, como quien mira por encima del hombro de otro”.
Se habla y se escribe mucho de la libertad en el ensayo; pocos, sin embargo, están dispuestos y capacitados para ejercerla. En algún momento de la Historia se dejó de pensar y especular con ironía sobre la vida y se pasó únicamente a reseñar la vida de los autores y sus obras.
Sobre sus Ensayos Montaigne aclaró que eran un ejercicio de sus facultades mentales. A quienes le pedían ciencia, los mandaba a buscar donde la hubiere. Hoy, ya casi nadie está interesado en este ejercicio intelectual de sabiduría. De lo que se trata en nuestros días es de sustentar cada afirmación en fuentes bibliográficas. En Pie de página, por el contrario, no hay este tipo de andaderas; cada texto se desenvuelve en una atmósfera de completa libertad.
Irad, te tardaste en subirla!
Y sabes que gustó a tus lectores. jeje!
Saludos!
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Ya ni me acordaba, la verdad. Pero bueno, hoy se me apareció el fantasma en archivo electrónico, jeje.
Saludos!
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